El pasado viviente
- María Alejandra Giola
- 7 sept 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 4 mar 2022
Historia : El Loro del Abuelo

" Era una bella mañana de verano. Estaba sola, de vacaciones, en casa de colegas y amigos, en el sur de Francia. Habiéndome despertado temprano, había salido sin hacer ruido al jardín para ver la salida del sol sobre las montañas, detrás de la Sainte-Baume. Como ignoraba las costumbres de la casa, y no quería molestar, permaneci tranquila, cerca de la piscina, bajo los pinos.
Todo era apacible... Todo era “orden y belleza... lujo, calma y voluptuosidad”', De repente: “¡A la mesa!”, gritó de lejos una voz imperativa; “¡A la mesa! ¡Rápido, rápido, rápido, a la mesa!...” Los perros se precipitaron, y yo detrás de ellos, al gran comedor, al “living”, ...donde no había nadie. La voz, una voz masculina, segura, con certeza de su derecho, y habituada a dar órdenes, repitió: “A la mesa! ¡Monique, rápido! ¡A la mesa!” “¡Y manténte derecha!” (instintivamente, yo me enderecé). Los perros se orientaron hacia el lugar de donde provenía la voz, y frenaron... frente a la jaula del loro, esperaron, se pavonearon... y volvieron a echarse. Yo estaba tan desconcertada como ellos, y volví al jardín, a esperar.
Mas tarde en el verdadero desayuno dominical, placentero, cordial, distendido y cálido, mi amigo Michel me explico que, despues de la muerte de su abuelo, había heredado un loro —un loro centenar que a veces “hablaba” como se hablaba tiempo atrás en la familia. Tanto, que era realmente para confundirse.
A veces era la voz del abuelo (médico) que llamaba a todo el mundo a la mesa —-sobre todo a los nietos—, otras veces, de algún otro miembro de la familia, o de sus amigos. Nadie sabía qué desencadenaba la memoria del loro, ni qué (o quiénes) saldrían de ella. Para mis amigos, “la familia” estaba siempre ahi. ¡Cuánta presencia, cuánto calor, cuánta camaradería proporcionaba ese loro, qué continuidad en el linaje, y cuánta seguridad! Pero también, ¿qué secretos eventuales podían resurgir, que “no-dichos” prohibidos, qué ordenes podían ser re-ordenadas o convocadas?
Era el pasado, el pasado viviente, el pasado siempre vivo e interactuando con el presente. Esta experiencia fue, para mí, una vía de acceso al pasado-presente, un ir y venir
“Lo muerto se encarna en lo vivo” dicen desde hace mucho tiempo los escribanos, retomando el adagio romano.
Continuamos la cadena de las generaciones y pagamos la deudas del pasado; hasta que no se “borre la pizarra”, una “lealtad invisible” nos empuja a repetir, lo queramos o no, lo sepamos o no, la situación agradable o el acontecimiento traumático, o la muerte injusta, incluso trágica, o su eco. "
Niza-Hyeres, 1989
¡Ay mis ancestros!
Anne Ancelin Schützenberger
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